martes, 27 de enero de 2015

Llegaste y yo sé que dejé de buscar explicaciones.
Para entonces yo ya tenía una lista innumerable de fracasos que se acumulaban a los pies de mi cama y me estremecían cuando la herida se abría un poco más de la cuenta.
La cuenta es lo que yo quise perder en tu boca  pero nunca tuve valor y ahora el valor me sigue faltando para empezar a caminar sin que tú seas camino.

Pero llegaste y esa fue una de las mejores noticias.
Ahora no estoy segura de que las buenas noticias sigan siendo siempre tan buenas como al principio. No sé si el miedo nos deja estar por una noche sin que él esté incrustado en cada poro. Qué será mañana de mí. Qué será esta noche de ti. Qué será esta vida de nosotros.

Escalé montañas que hubiera preferido cambiar por tu columna vertebral y atravesé infiernos que nunca podrán compararse contigo. El infierno quizá te siga quedando grande y el paraíso en su justa medida.

Y llegaste con las manos llenas de vacíos que nunca me dejaste curar.
Sonreíste como quien sonríe sin pretender hacerlo y volcar corazones a diestro y siniestro, pero lo hacías. Conmigo lo hacías. Y qué bien lo hacías.

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