Algún día va a llegar la vida a rompernos
-esquemas, planes o el corazón-.
Y vamos a sumergirnos en recuerdos
que son como volcanes en erupción.
Nos salpicará la lava y nos van a arder
los ojos, las manos, la piel.
Trataremos de emprender una batalla
de la que salir ileso será lo último.
Chocaremos, nos vamos a desarmar
-y lo sabéis-, a beber de la derrota.
Tomaremos como escudo las sábanas,
nos sentiremos esquivos.
Diremos '5 minutos más'.
Pero, oye, la vida no siempre destroza.
Cuando sintamos el quemazón
y nos proclamemos perdedores
-o, en el mejor de los casos, ganadores-,
nos aferraremos a la razón.
Fuerte, pero sin dejar rastro
para que no nos condene el pasado.
Aprenderemos a querer sin ser,
a ser sin querer.
A beber queriendo
y a querer bebiendo
-que sea la cerveza la que evite el estruendo-.
Entender que sobrevivir
no es lo mismo que vivir.
Si sólo sobrevivís
os caduca el alma.
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